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El rey le dijo a Nabot:

—Quiero comprarte tu viñedo. Como está al lado de mi palacio, quiero sembrar allí verduras. Yo te daré un mejor lugar para cosechar uvas o, si lo prefieres, te pagaré con dinero.

Pero Nabot le contestó:

—¡Ni quiera Dios! No le daré a usted lo que mis padres me dejaron al morir.

Entonces Ahab se fue a su palacio enojado y triste. Después se acostó en su cama mirando hacia la pared y no quiso comer.

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